domingo, 18 de abril de 2010

plan de san luis


Un llamado a las armas


Francisco I. Madero Francisco I. Madero

Francisco I. Madero -al igual que la mayoría de los perseguidos por el régimen porfirista- huyó de su encarcelamiento hacia Estados Unidos donde redactó el Plan de San Luis Potoyes. El contenido de este documento crucial para la historia de México es sumamente interesante: en él, Madero calificaba como ilegítimas a las recientes elecciones, asumía la presidencia provisional y hacía un llamado a tomar las armas en contra de don Porfirio el día 20 de noviembre de 1910.

A pesar de que el Plan de San Luis era fundamentalmente un documento político, incluyó un importantísimo artículo proponiendo la restitución de las tierras, lo cual le permitió ofrecer una conquista social indispensable para el derrocamiento del antiguo régimen: el apoyo de muchos pueblos, campesinos y pequeños propietarios que habían sido afectados por las acciones de las compañías deslindadoras que actuaron durante el porfiriato. Este pequeño artículo afirmaba lo siguiente: "Abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido desalojados de sus terrenos [...] Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de los que se les despojó de modo tan arbitrario, se declaran sujetas a revisión tales disposiciones y fallos y se les exigirá a los que los adquirieron de un modo tan inmoral, o a sus herederos, que los restituyan a sus primitivos propietarios".

En efecto, este breve texto abrió la posibilidad de que el llamado maderista fuera escuchado y asumido no sólo por sus seguidores norteños, sino también por los indígenas morelenses que se sumaron a las filas del zapatismo.

A diferencia de otras revoluciones, la mexicana tomó por sorpresa a funcionarios, observadores extranjeros y a casi toda la sociedad. Un abismo separaba la apariencia de viejo roble que daba el porfiriato y la realidad de una sociedad convulsionada. Nada más indicativo de ello que las fiestas del Centenario. Quizá sólo un par de voces discordaban en la apreciación del porfiriato: los señalamientos de Sebastián Lerdo de Tejada, quien en sus Memorias profetizó "en el término de diez años, la más grande y poderosa de las revoluciones", y la de Justo Sierra que en más de una ocasión desaconsejó a don Porfirio la necesidad de una nueva reelección.

Sin embargo, y pese a aquellas dos voces, la sorpresa de 1910 es aún más intrigante si se considera que la Revolución Mexicana -a diferencia de la mayoría de los movimientos que ocurrieron en América Latina- fue una verdadera revolución social.

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